lunes, 4 de abril de 2016

Sakura, cerezos en flor


Estas últimas semanas nos ha dado en casa por ver películas japonesas. 

Empecé yo yendo al cine a ver Nuestra hermana pequeña, película del director Hirokazu Koreeda, que todavía está en las salas.
Hace dos años tuve la oportunidad de ver en versión original su anterior película, De tal padre tal hijo (2013), con la que quedé fascinada por su manera de retratar las relaciones entre dos familias opuestas japonesas tras su repentino cruce de caminos, debido a un fallo en el hospital cuando sus hijos nacieron.

Como decía, tras ver la última película de Koreeda continuamos en casa nuestra incursión por Japón. Primero fue Una pastelería en Tokio (2015), de la directora Naomi Kawase. Esta experiencia fue más allá, ya que el filme consiguió atraparme desde el principio y conmoverme. Pocas veces podemos decir que una película nos ha conmovido, pero cuando una lo hace, esta nos acompaña a lo largo de las horas en nuestra mente y en nuestro interior. Y nos cambia.
Y es que Naomi Kawase logra captar la belleza de la manera más simple y natural, mostrando y narrando la vida, los sentimientos de unos personajes que consiguen despertar tu simpatía en minutos. La directora recoge sentimientos y un respeto y admiración hacia la naturaleza que me fascinan.

Ayer vi Una familia de Tokio (2013), de Yôji Yamada, que retrata la relación de una pareja de ancianos con todos sus hijos, afincados en Tokio. 

Todas las películas van en la misma línea, con un ritmo lento y sobre todo, con un guion que nada tiene de extraordinario –no puedes contar en cuatro frases en qué consiste la película porque lo importante no es lo que pasa, sino lo que se ve– . Precisamente relatando lo esencial y cotidiano consiguen crear esa belleza.

Gracias a todas ellas he conocido a grandes rasgos cómo es la vida en Japón, cómo son sus gentes y, sobre todo, sus costumbres, sus relaciones, su manera de ver la vida y de relacionarse con la naturaleza.
Dejando al margen rasgos de machismo, que según parece son propios de este país, creo que tenemos mucho que aprender de esta sociedad, o más bien de la tradicional
sociedad japonesa, representada sobre todo por los personajes más ancianos. Son estos los más sabios y sensibles. Aún y todo, en la mayoría de estas películas les siguen sus pasos los personajes más jóvenes, dando un toque de esperanza y continuidad a esta concepción de la vida ecologista y respetuosa con lo que viene en la vida, y con lo que se va.

Son películas que, con su sutileza y sensibilidad, hacen que te replantees la vida, y que quieras ser mejor.

Queda pendiente un viaje a Japón.


Poesía.




domingo, 13 de marzo de 2016

Melancolía


–Hace unos meses escribí unas reflexiones que guardé y olvidé. Hoy me he acordado de ellas y he decidido publicarlas aquí. Las escribí al finalizar el año 2015. –

Un día te pones a pensar, a raíz de una fotografía o un viejo mensaje, en tu vida hace tres o cuatro años. Recuerdas pequeños momentos, emociones, ilusiones, que se han ido por completo de tu yo actual. Piensas sobre todo, en aquellas personas que te acompañaban, que te fueron descubriendo la vida: la amistad, el compañerismo, el amor, la alegría. Personas que siguen en tu vida, y muchas que ya no lo están. Recuerdas con tristeza, con melancolía esos momentos. Porque ya no volverán. Incluso comienzas a ver, una a una, las fotos de esos años, que te transportan con poco esfuerzo a aquellas tardes, aquellos veranos, aquellas cenas y fiestas. El miedo llega cuando te das cuenta de lo feliz que eras, de lo bonita que fue esa etapa, de lo maravillosamente bien que te hacían sentir todas esas personas. Pero efectivamente, eso ya pasó. Piensas también que tu vida podría ser muy distinta a lo que es ahora. Tomaste muchas decisiones, tomaste caminos que te llevaron a lo que eres ahora. ¿Fue la decisión correcta? ¿Cómo sería yo ahora si no hubiera hecho esto sino lo otro? Respuestas que nadie va a poder contestar.

Te preguntas si, dentro de dos años, recordarás la vida que estás llevando ahora, tu vida, con ese mismo sentimiento que tengo yo con la mía de hace unos años. Era feliz, lo fui, y mucho.
¿Recordaré en 2017 el año 2015 con esa melancolía y esa certeza de que fui feliz?

Siempre he pensado que la felicidad es un recuerdo. No eres capaz de sentirla en el momento, sino que te embarga cuando recuerdas aquellos momentos de tu vida verdaderamente buenos. El presente está lleno de preocupaciones, de miedos, de indecisiones y de inseguridades. Quizás son las cosas que te impiden darte cuenta de la famosa felicidad en ese mismo momento. Pero, afortunadamente, lo bueno siempre queda en la memoria.